sexta-feira, 6 de maio de 2011

"Grafitis" globales sobre tela




















"Sheila Hicks: 50 años", la muestra en el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia, presenta el trabajo de esta modernista de formación clásica: una artista global antes de que el término se pusiera de moda.

POR LESLIE CAMHI - The New York Times





FALDA. Trabajos en lana de Sheila Hicks. Fotografías de Bastiaan van den Berg/ Addison Aallery of American Art.
Etiquetado como:Sheila Hicks
Desde hace casi medio siglo, Sheila Hicks trabaja en la intersección de arte, diseño, artesanía y arquitectura. Su resistencia a que se la encasille en alguna de esas categorías podría contribuir a explicar por qué su trabajo, cuya escala va desde la miniatura a lo monumental, no ha concitado la atención del mundo del arte durante mucho tiempo.

Eso está cambiando. "Sheila Hicks: 50 años", que puede verse en el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia, presenta el trabajo de esta modernista de formación clásica -una artista global antes de que el término se pusiera de moda- que adoptó los textiles como medio principal y les dio una enorme expansión.

"No me interesa clasificar a Sheila como una artista contemporánea que se nos `pasó por alto’", dijo Jenelle Porter, que organizó la muestra de Filadelfia.

Hicks, explicó, trabaja con artesanos de todo el mundo y creó nuevas técnicas y materiales.

"Va mucho más allá que cualquier otro en el mundo del diseño, de la artesanía y del arte", afirmó Porter. "Hace cruces con gran comodidad".

Hicks, que tiene setenta y seis años y vive en París y Nueva York, nació en Hastings, Nebraska, en 1934. Sus tías abuelas le enseñaron a tejer, coser e hilar.

En la Facultad de Arte de Yale estudió con el alemán Josef Albers, el director del Departamento de Arte, que había llevado las ideas de la Bauhaus a New Haven, Connecticut, y con George Kubler, el influyente historiador del arte latinoamericano.

Una foto de momias peruanas que vio en la clase del Dr. Kubler despertó el interés de Hicks por los textiles.

Hicks viajó a Chile con una beca Fulbright y recorrió luego América Latina, donde absorbió la influencia de tejedores de Ecuador, Bolivia y Perú. Egresó de la carrera de Bellas Artes de la Universidad de Yale, tras lo cual volvió a México, donde expuso sus miniaturas, una serie de tejidos enmarcados, la mayor parte de los cuales no era más grande que una mano.

Algunos de sus tejidos ingresaron a la colección del Museum of Modern Art. Se casó con un apicultor mexicano alemán y tuvo una hija.

En 1959 había pasado una breve temporada en París, adonde volvió en 1964.

Su segundo marido, un artista chileno (con el que tuvo un hijo, el cineasta Cristóbal Zanartu), la introdujo en los círculos surrealistas y latinoamericanos de París. Su primer gran trabajo público fue un tapiz para una pared del restaurante del nuevo edificio de CBS de Eero Saarinen en Nueva York.

Con la invitación para exponer en la Bienal de Tapicería de Lausana en 1967, la carrera de Hicks dio un vuelco decisivo.

"Expuse algo que acababa de hacer en Chile. Era de lino y tenía grupos de largas cuerdas que colgaban desde el cielorraso", recordó Hicks.

Una especialista en tapices le dijo: `Señorita, me dijeron que expone un tapiz.’ Le contesté: `Sí, señora, aquí está.’ Ella replicó: `No veo un tapiz’".

"Se convirtió en un chiste habitual", declaró Hicks.

"¿Qué es un tapiz y qué no lo es? ¿Y qué debería descartarse antes de perder el control? Yo variaba entre técnicas muy diferentes de puntada, plegado, trenzado y duplicación".

Agregó: "Mi trabajo se asimilaba a una suerte de grafiti".

Pero se la empezó a conocer: desde sus tapices en bajorrelieve para la sede de la Fundación Ford en Manhattan (1966-1967), hasta sus trabajos colgantes cosidos a mano en seda blanca para una flota de 747 de Air France (1969-1977), los pedidos para la Universidad Rey Saud de Riak, Arabia Saudita (1982-1985) y para un centro cultural de Ciudad Fuji, Japón (1992-1993).

Al mismo tiempo, sus poéticas instalaciones temporarias -una montaña de unas cinco toneladas de ropa limpia de hospitales suizos, por ejemplo, o las cortinas flotantes de bandas usadas para atar el cordón umbilical de los recién nacidos) que expuso en una galería de Kioto en 1978exploran la constante presencia de la tela en cada fase de la experiencia humana, desde el nacimiento hasta la muerte.

El hecho de vivir en París ha alejado a Hicks del arte masivo estadounidense, lo cual también tiene sus ventajas.

"Ser una extraña proporciona una enorme libertad", dijo Hicks.

"Se es una hereje, y eso se convierte en una forma de vida".

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