quinta-feira, 31 de dezembro de 2009

Un museo en reconstrucción crítica


por Revista Ñ El clarin AR...http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/12/30/_-02110047.htm
OSCURO PASADO. La "Casa del Arte" fue construida por el Tercer Reich entre 1934 y 1937.




Fue construido en Munich por Hitler para exhibir 2.000 años de arte germano. Desde el fin de la guerra atraviesa distintas etapas, sin abandonar nunca la discusión de su propia historia. El arte que hoy exhibe interviene su arquitectura, pensada desde el nazismo.
Por: Alberto Giudici

OSCURO PASADO. La "Casa del Arte" fue construida por el Tercer Reich entre 1934 y 1937.


Fue uno de los edificios preferidos de Adolf Hitler. No sólo porque controló obsesivamente cada detalle de su diseño, sino porque la Haus der Deutschen Kunst (Casa del Arte alemán), en Munich, reuniría en su interior dos mil años de la producción artística germana: toda una exaltación del genio ario a lo largo de su historia. De proporciones monumentales, sólo el pórtico medía, y mide hoy, 175 metros de largo. En cada uno de sus extremos había un fóculo, cavidad inmensa para encender el fuego sobre un basamento de piedra: un panteón del arte donde la llama sagrada iluminaba el ideario nazi. Hoy, el fóculo no existe, la solemne escalinata que llevaba al Salón de entrada, el Ehrenhalle, fue eliminada y el pórtico está tapado por una espesa arboleda que recorre la fachada. Difícil ubicarlo si uno va distraído, salvo que detrás del tupido follaje asome como en estos días, algo que parece un interminable edredón de estridentes colores, en azul y rojo. Se trata de una intervención del artista y arquitecto chino Ai Weiwei para su muestra So Sorry (Cuánto lo siento, sería la irónica traducción), abierta hasta el 17 de enero. Salvo en las esquinas, donde tampoco hay arboleda, pero sí pósteres gigantescos del artista con aires de mandarín, la instalación recorre buena parte del frente. Titulada "Remembering" (Recordando), mide 100 m de largo por 10 de alto y 9.000 mochilas de colores, una evocación de los escolares muertos por el derrumbe de colegios, durante el terremoto en la ciudad china de Sichuan, en 2008.

Considerado el artista conceptual más importante de China, Ai Weiwei (Beijing, 1957) es un activo disidente. Como un destino que remite a la trágica historia del nazismo, el ingreso a la Haus der Kunst fue traumático: Ai Weiwei había participado el 12 de agosto en Sichuan en una manifestación antigubernamental, donde fue apaleado por la policía. Un mes más tarde, al llegar a Munich para el montaje de la muestra tuvo un derrame cerebral producto de la golpiza. Internado de urgencia, dos veces le trepanaron el cráneo y hasta el día de la inauguración poco pudo hacer. Pero un sólido equipo lo secunda siempre, ya que es un reconocido experto en intervenciones arquitectónicas. Lo hizo en Documenta 2007 con una instalación "viva" que contó con el concurso de 1.001 conciudadanos residentes en Kassel, cuyo registro fotográfico ocupa una de las salas del museo munichense y acaba de acometer otra sobre el Pavelló Mies van der Rohe de Barcelona. Pero todo es diferente en Alemania. El pasado pesa y asumirlo críticamente es una constante en todos los planos de la sociedad. Desde 1949 se venían realizando muestras retrospectivas de Kandinsky Klee, Munch, Max Beckaman y otros exponentes del "arte degenerado" y en 1955 se exhibió allí el "Guernica" de Picasso remarcando su condición de alegato por "los horrores vividos por el pueblo de la pequeña población de Guernica durante el ataque de la Legión Cóndor, en 1937". Eran desagravios dirigidos a una generación renuente a digerir un pasado que martillaba en muchas conciencias culpables.

En la región bávara, Paul Ludwig Troost (1878-1934) era un arquitecto talentoso y valorado: renuente a lo moderno, sus edificios neoclásicos encajaban con los anhelos del Führer. Pronto se volvió su favorito, y fiel a las ideas de su protector estableció una normativa constructiva que hizo de Munich el modelo de la ciudad pensada para un Reich "de mil años". Una estética sobria, potente, que en 1937 Hans S. Schmid resumió con mucha precisión: "Las columnas vuelven a ser un elemento fundamental; ya no son, como en los siglos XVII y XVIII, simples elementos decorativos, sino parte integral de la arquitectura. El 'espíritu del gótico' que vive en el carácter alemán, con su hincapié en lo vertical, se ha unido en matrimonio con la armonía horizontal griega. Verticalidad y horizontalidad se sientan en el mismo trono", concluía Schmid. Como otros edificios diseñados por Troost bajo la mirada vigilante de Hitler, la Haus der Deutschen Kunst fue el modelo soñado de ese nuevo clasicismo que crece en alto, en columnas y ventanas, y se expande a lo ancho. Austero, frío, conserva una solemnidad que impresiona y hiela la sangre.

Hitler y la plana mayor del partido nazi, así como invitados especiales y diplomáticos, incluyendo al entonces embajador argentino, asistieron a la apertura de la Haus der Deutschen Kunst el 18 de julio de 1937. Con la ciudad a oscuras y la sola luz de focos y antorchas, el ritual continuó con un gigantesco desfile de carrozas que representaban escenas de la historia y la cultura alemanas. El Reich para mil años iba tomando forma. Y para remarcarlo ese mismo día en un ala del edificio se presentó la muestra llamada de arte degenerado, Entartete Kunst, que reunió más de un millar de obras de las distintas vanguardias y que venía circulando por toda Alemania.

Rebautizada Haus der Kunst (Casa del Arte) al fin de la guerra, nunca fue un espacio cómodo para sus directores. Difícil convivir con su historia.

A partir de 1993, Christoph Vitali, director de la Haus der Kunst hasta 2003, decidió una nueva línea de acción más polémica que las muestras de revisión de los artistas prohibidos bajo el nazismo: confrontar la historia de la "casa". El desafío planteaba diferentes niveles de acción con el edificio. El anterior Ehrenhalle, el Salón de Honor en la entrada principal, un espacio vacío destinado a poblarse sólo con la palabra del Führer, devino un área experimental y un laboratorio para proyectos internacionales. Ello se enmarca en lo que Chris Dercon, su actual director, denomina la "reconstrucción crítica", comenzada en 2003, concebida para discutir la función y el significado de la arquitectura, dejando al descubierto su historia como un punto de partida para la reflexión sobre el presente. "HIM", 2003, del italiano Maurizio Catellan; "Utopia Station", 2004, realizada por un equipo de artistas; "Bouquet de flores", 2005, del estadounidense Paul McCarthy, son sucesivos intentos de confrontar con muros y espacios de memoria ominosa.

"So Sorry", obra de un artista político y polémico, instala con su intervención otra discusión. Cuánto lo siento alude lo que él califica la "cultura de la disculpa", con que la clase política y económica elude su responsabilidad por la crisis global que ellos mismos provocaron. Y que en estos días, cabe para la fracasada cumbre sobre el calentamiento global. Mientras parecen decir "So sorry", los amos del mundo se encogen de hombros. Desde la Haus der Kunst, Ai Weiwei enfrenta el presente y discute el horror del pasado. No deja de ser una lección válida en otros rincones del mundo.

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